“Mujer, ahí tienes a tu hijo.” Luego, dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre.” Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Jn 19,27
El amor a María ha sido una experiencia de dejarme amar, iluminar, abrazar, serenar por Ella. Jesús nos encomendó a María en la cruz y por eso la siento mi Madre. En Fátima, La Virgen le dijo a Sor Lucía: Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios. Viviendo mi vida en su corazón sé que voy a Jesús, el corazón de María es mi casa, ahí estoy a gusto y confiada ante la vida. A Ella encomiendo todo lo que soy y en su corazón deposito todos los anhelos, proyectos, inquietudes, temores…
Mirarla a Ella me inspira, me ordena, me ubica. Su apertura a Dios, su docilidad, la forma como se dejó invadir por el Espíritu Santo y vivió su vida confiada en Dios es modelo de mi consagración al Señor.
Su amor maternal es el ejemplo del amor que me siento invitada a ofrecer a los demás, un amor que tiene su origen en Dios y que conduce a Él, amor en lo pequeño y ordinario, en la cotidianeidad y en el realismo.
Mi relación con María es un gran tesoro que me alegra compartir con otros… Ella siempre me dice: acércalos a mí.
Ana Moriel, consagrada del Regnum Christi.