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Véronique Chevrier | Redescubrir la alegría del encuentro con el Señor

Testimonio de Véronique al pasar por la Puerta Santa en Roma

Fuente original: Zenit – Français

“El Señor es mi pastor” (Sal 22, 1)

En este año jubilar, Véronique Chevrier, consagrada de Regnum Christi, peregrinó a Roma para atravesar la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. Comparte con nosotros el testimonio de los momentos que vivió.

El domingo pasado, tuve la gracia de estar entre los peregrinos que se acercaron a la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. Esta puerta representa a Jesús, la entrada que conduce al Padre. Optar por cruzar esta puerta es elegir a Cristo, camino, verdad y vida.

“Nada me falta” (Sal 22, 1)

El Papa Francisco, el 24 de diciembre de 2024, dijo: “Hermanas, hermanos, ¡eso es el Jubileo, es el tiempo de la esperanza! Nos invita a redescubrir la alegría del encuentro con el Señor, nos llama a una renovación espiritual y nos compromete a transformar el mundo, para que este tiempo se convierta verdaderamente en un tiempo jubilar”.

El inicio del camino

Primero, es necesario registrarse en un puesto de acogida, entre tantos otros peregrinos. Allí, se entregará a tu grupo las oraciones para el camino y la cruz de Cristo Rey que los acompañará. ¿Viajas solo(a)? Espera unos minutos y te unirán a un grupo. Este paso es un momento eclesial. Nadie es un número en la Iglesia, y nadie está solo. El Pastor conoce a sus ovejas por su nombre, y sus ovejas reconocen su voz. “¡Hay esperanza también para ti! ¡Hay esperanza para cada uno de nosotros! […] No olviden, hermanas y hermanos, que Dios perdona todo, Dios siempre perdona” (Papa Francisco, 24 de diciembre de 2024).

El camino de la Iglesia: la vía estrecha y la vía de la esperanza

“Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas” (Sal 22, 2-3)

El comité organizador ha dispuesto un camino especialmente diseñado para los peregrinos, atendido por voluntarios que te irán abriendo paso. Al inicio de este recorrido, un voluntario organizará tu grupo y te explicará cómo proceder. Si estás en grupo, es útil pensar en algunos cantos sobre la esperanza, sobre el camino hacia Dios o hacia su Santo Templo. El camino de la Iglesia, en el corazón de cada uno, es el camino estrecho. Es el camino de la esperanza en medio de las oscuridades de nuestro corazón, es el camino de quien escucha la invitación de Cristo: ¡conviértete y cree en la buena nueva!

¿Cuál es esa buena nueva en la que necesitas creer al inicio de esta peregrinación? Ha llegado el momento de creer en ella. ¡Y allá vamos!

Diversas personas del grupo pueden llevar la cruz. Con cada paso, cada oración, cada etapa del camino, el corazón se abre para ser recibido por Cristo, quien quiere ofrecer esperanza. Es un hermoso testimonio para los turistas caminar por las calles de Roma cantando y rezando. Y es un hermoso testimonio en nuestro propio corazón volver a escuchar la voz del Pastor más que la de nuestros miedos o heridas. Cristo es Rey de todas nuestras cruces. Él nos espera. Él ofrece una puerta de salida. Caminemos tras sus pasos.

Al acercarse a San Pedro, los obstáculos se multiplican. Hay que pasar por el punto de seguridad. El camino se vuelve serpenteante, hay que subir escalones, la gente comienza a distraerse… Qué semejante es al camino espiritual. A menudo, a pocos pasos de una gran gracia, el enemigo de nuestra alma comienza a hacer de las suyas. Pero, como dice Gabriel Marcel, “amar a alguien es esperar en él para siempre”. La esperanza se convierte en verdadera esperanza y no solo en espera cuando ya no vemos la “tierra prometida”.

¡Vamos a la Casa del Señor!

Entonces, continuamos superando los obstáculos. “¡Qué alegría cuando me dijeron: ‘Vamos a la casa del Señor!’ Ahora nuestro caminar termina frente a tus puertas” (Sal 121, 1-2). Recibe, Señor, mi deseo de seguir esperando. Recíbeme, Señor, con mis desesperanzas y mis deseos. Recíbeme, Señor, porque no tengo otra esperanza más que en Ti. Recíbeme, Señor, te pido perdón por mis pecados. Recíbeme, Señor, porque Tú eres mi Buen Pastor. Quiero entrar por la puerta. Concédeme, por favor, Señor, esta vida en abundancia porque mi alma tiene hambre.

“Yo soy la puerta de las ovejas”

Entro por la puerta y escucho tus palabras en mi corazón: “En verdad, en verdad les digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta. Si alguien entra por mí, será salvo; podrá entrar y salir y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que las ovejas tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10, 7-10).

Dentro, ¡qué esplendor, qué presencia, qué grandiosidad, qué abundancia! Valió la pena comprometerme. Valió la pena avanzar. Valió la pena perseverar. Valió la pena esperar. Gracias, Señor, por la novedad que traes a mi vida.

¡Vengan en multitud, Él los espera!