Por Silvia Holgado
Pero ¿dónde sucedió todo esto? ¿Cómo era “el barrio” adonde vino el Espíritu Santo por primera vez? En realidad, es una pregunta difícil de responder en nuestros días. Sin embargo, las Sagradas Escrituras, la Historiografía y la Arqueología nos dan buenas pistas. Actualmente al área del Cenáculo le llamamos el “Monte Sión” cristiano.
Empezando por las Escrituras, los Evangelios sinópticos narran una peculiaridad que llevará sin duda a los apóstoles a solicitar una casa en esta área para la celebración de la Última Cena: “os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle”. Así se describe en Mc 14 y Lc 22 y parecida narración en Mt 26. Muy curioso debía de ser esto de que un hombre cargase un cántaro de agua para que Jesús lo dé como señal y sea fácilmente reconocible. ¿Qué tipo de hombres hacían tareas asignadas a las mujeres y a los niños?
El historiador antiguo Flavio Josefo nos ofrece un nombre al describir esta zona amurallada de Jerusalén (“La Guerra Judía” Libro V:142):
“La más antigua de las tres murallas era inexpugnable debido a los aleros y la altura sobre la que fue construida; además de la ventaja de su ubicación natural, había sido sólidamente construida. […] Comenzando por el norte desde la torre llamada Hippicus, se extendía hasta el Xisto (que significa columnata abierta), luego llegaba a la casa del consejo y terminaba en el pórtico occidental del templo. Por otro lado, partiendo del mismo punto y mirando al oeste, la muralla atravesaba el lugar llamado Betso hasta la Puerta de los Esenios, extendiéndose luego hacia el sur hasta rodear el manantial de Siloé […]”.
Los hallazgos arqueológicos de este barrio incluyen cisternas, baños rituales, torres, fosos y restos de tuberías de terracota de un antiguo acueducto. Nos podemos hacer a la idea de un barrio habitado en la antigüedad y muy organizado. Sin embargo, lo más interesante es el yacimiento en la zona de la “Puerta de los Esenios” excavada por primera vez a principios del siglo XX. La puerta se encuentra actualmente dentro del cementerio protestante, y es posible acceder a ella. La cerámica hallada entre las losas del pavimento (en el umbral inferior, el más antiguo) es del período herodiano, por lo que no puede datarse más allá del año 70 dC. La puerta y las murallas fueron arrasadas tras la destrucción de Jerusalén en el año 70 dC.
Pero entonces, ¿era un barrio en el que vivían miembros de la secta de los Esenios? La respuesta no es del todo concluyente, pero hay muchos estudiosos que consideran que no existía un barrio esenio, un vecindario propio, dentro de las murallas de Jerusalén. La comunidad estaría asentada en Qumrán, y accedería a la ciudad a través de esa puerta, que es la que dirige, geográficamente, hacia su asentamiento en las laderas del Mar Muerto. Su influencia en Jerusalén sería más bien testimonial a través de sus prácticas y la presencia de sus miembros.
Lo que es innegable es que la tradición cristiana ha ubicado aquí la primera casa de los cristianos en Jerusalén. Aquí se recuerdan: la Última Cena, las apariciones de Cristo Resucitado, y la venida del Espíritu Santo. Todos estos lugares se identificarían con el Cenáculo. Los cristianos vivieron aquí y lo transformaron en Iglesia.
La peregrina Egeria (384 dC) ofrece testimonio al hablar de varias liturgias que se celebran en el Monte Sión: por lo tanto, la iglesia ya debía de existir. Afirma que en el Monte Sión se celebraban liturgias que conmemoraban el Domingo de Albis (segundo Domingo de Pascua) y Pentecostés.
Después de 2000 años, seguimos celebrando aquí la liturgia de las II Vísperas el Domingo de Pentecostés, conmemorando el cumplimiento de la promesa: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”. (Hch 1, 8)