Patricia Camarero desarrolla su labor apostólica en dos vertientes. Por un lado, se dedica a la pastoral de familias, especialmente con madres y mujeres (tema del que se declara una apasionada). Por otro, en el área de apoyo a los laicos de Regnum Christi; un campo de trabajo recién inaugurado en la federación. Desde que se consagró en 1985, su misión la ha llevado a diversos lugares, configurando una vida marcada por la formación y la evangelización, la búsqueda de la verdad y el servicio. Patricia lleva casi cuatro décadas de vida consagrada –en agosto celebrará su 40º aniversario- y más de veinticinco años trabajando en Estados Unidos, actualmente en Houston.
La filosofía: una herramienta para entender y comunicar la fe
Con un doctorado en Filosofía y dos licenciaturas en esta disciplina, Patricia ha encontrado en la filosofía una aliada clave para su vocación evangelizadora. “Aterricé en la filosofía de manera providencial. Mi idea inicial era estudiar Ciencias Humanas, pero una huelga universitaria cambió mis planes, y terminé acompañando a una amiga en sus estudios de Filosofía”. Fue en ese momento cuando su hermano mayor enfermó de cáncer. Ahí cuando se tambalearon todos sus cimientos, y se dijo a sí misma que era el momento de dar el auténtico salto de fe. Así fue como la Filosofía se convirtió para ella en un instrumento para reforzar su fe, y amplió su capacidad para ayudar a otros a racionalizar y comprender la suya.
La formación como necesidad
Patricia defiende la formación como una base imprescindible para la labor apostólica. “La formación no es un lujo, es una necesidad. Nos fortalece en las verdades de Dios, . Een sus verdades, en sus bondades, en su belleza. Nos permite evangelizar con razones, no solo con emociones”. Hay quien encuentra contradictorio o desprovisto de interés que las mujeres en la iglesia tengan una formación tan exhaustiva, puesto que siguen asociando la figura femenina a un papel poco relevante dentro de la institución eclesial. Patricia, en cambio, ve complementariedad, oportunidad y necesidad. Para ella, eso es la formación; una necesidad, un instrumento para llevar la Buena Nueva, la alegría del Evangelio. Ahora, sobre todo, más que nunca. Es una llamada a presentar la verdad de la belleza de ser mujer según el plan de Dios y la verdadera feminidad. “La propia misión nos pide que seamos mujeres formadas”, afirma.
Actualmente imparte un curso titulado Being Human: The Path for a Healthy Identity, “El estudio de la persona es fundamental en mi labor. Hay mucha confusión en torno a lo que significa ser humano, especialmente con algunas ideologías actuales”. Este enfoque formativo, con una fuerte base antropológica (que fue la especialidad de su doctorado), busca desmontar ideas erróneas y ofrecer una perspectiva sólida, además de ofrecer perspectivas pastorales para establecer caminos de diálogo con los errores y confusión sobre la identidad actuales. “Cuando hablas desde la verdad, necesitas hacerlo con argumentos, no solo con el corazón–– aunque sí desde el corazón. La formación -como decía San Juan Pablo II- se basa en Fides et Ratio, fe y razón”.
El problema más urgente para las mujeres jóvenes: la identidad
Cuando se le pregunta por los principales retos a los que enfrentan las mujeres jóvenes hoy, Patricia responde sin titubeos: “El mayor problema es el de la identidad. Se ha convertido en algo que parece maleable, algo que se elige, cuando en realidad es un don dado, y es tarea de cada uno llevarla a su plenitud”. Además, señala el impacto negativo de algunas ideologías actuales sobre la feminidad y, más aún, la masculinidad. “Se ha tachado la masculinidad de tóxica, y eso está debilitando a los hombres jóvenes. La identidad no se construye inventándola, sino descubriéndola y viviéndola en plenitud”. Su trabajo ha ayudado a familias de toda clase a abrir los ojos. “No necesitamos reinventarnos; necesitamos volver a lo que somos. Se trata de recordar quién eres”. Porque la identidad también está muy vinculada a la vocación, al propósito de cada uno.
Patricia no es la única consagrada que lo ve así. De hecho, son varias las que, sin haberse puesto de acuerdo, se dedican a impartir formaciones sobre estos temas. Marta Rodríguez, Rebeca Barba y Susana Ayala son algunos de los nombres que se le vienen, a priori, a la mente. “Hemos ido respondiendo a una serie de necesidades, y nuestras respuestas coinciden. Es bonito. Se ve que a Dios le interesa mucho esto”.
Un proceso de renovación interna
La vida consagrada también ha atravesado un periodo de sacudida durante los últimos años. Patricia lo describe como una etapa de “renovación y depuración”. “Somos laicas consagradas, pero durante mucho tiempo vivimos nuestra vocación desde una perspectiva más bien religiosa. Nos faltaba desarrollar el sentido laico de nuestra llamada. Este proceso nos ha permitido redescubrir nuestra identidad”. Sin embargo, no ha sido un camino fácil. “Hubo una crisis profunda que llevó a muchas consagradas a dejar la vida consagrada en el Regnum Christi. Fue doloroso, pero necesario en cierto sentido necesario. Algunas se dieron cuenta de que este no era su lugar, y está bien. No hay nada peor que estar donde no debes estar”. Patricia quiso vivir el cambio desde dentro. Había mucho que pulir y corregir; sobre todo en la vivencia de los votos. “Me siento yo misma. A esto me llamó Dios”.
La crisis de las consagradas estuvo muy vinculada a la crisis de su fundador. No es fácil vivir con esta historia. Mis padres me dieron un ejemplo fabuloso para mí. Ese ejemplo no lo tengo en el nacimiento humano de esta institución. Pero tampoco puedo hacer de ese el drama de mi vida.Si haces un pastel, tienes que tamizar la harina y hay elementos que se quedan fuera. También me ayuda mucho a la hora preguntarme a mí misma por qué sigo aquí. Y encuentro la respuesta, ante todo, en Dios, y después en tantas otras que a mi lado le seguimos.” Esta crisis también permitió a las consagradas mejorar los procesos vocacionales, haciendo un discernimiento más real y profundo. Ahora se tiene una comprensión más clara del discernmento, los procesos vocacionales y la misión”.
Consejos para las nuevas generaciones de consagradas
Para quienes están discerniendo su vocación, Patricia tiene un mensaje claro: “Meteos a fondo y no tengáis prisa. Los tiempos de Dios son perfectos. Vale la pena dedicarle tiempo a este proceso, porque Dios no se equivoca. Lo fundamental, lo básico es estar con Él. Cuidar la amistad con Él, pasar mucho tiempo con El, hablar con Él y escucharle, orar mucho…”.
También enfatiza la importancia de la comunidad: “Nuestra vocación florece en comunidad.Y desde la comunidad somos enviadas a evangelizar. Es increíble, nunca vamos en solitario. Las que llevamos más tiempo aquí estamos para acompañar. Nos necesitamos y enriquecemos mutuamente. Cuanto más conectadas estemos entre nosotras, en mayor plenitud viviremos. Vivamos en la fe, la esperanza y la caridad, y siempre en comunión con Dios y con los demás”.