Por Celine Kelly
Este boletín les llega a ustedes en un tiempo especialmente doloroso para todos los que vivimos en Tierra Santa. Algunas personas se han preguntado por qué permanecimos aquí durante este duro tiempo de guerra y violencia. Teniendo la opción de ir a otro lugar, elegimos quedarnos como una presencia orante, rezando por el fin de la guerra y acompañando a las personas que viven aquí y a los pocos peregrinos que continuaron viniendo, durante estos largos meses.
Nos edifica el gran ejemplo de nuestro Patriarca, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, que ha hablado claramente de los sufrimientos infligidos por la guerra en ambas partes. Él nos enseña que la Iglesia está para ayudar a las personas a encontrar esperanza en medio de la violencia, hablando la verdad y denunciando el mal. No debemos convertirnos en parte de la lucha, porque la violencia sólo engendra violencia. Es necesario que haya apertura y diálogo para encontrar soluciones.
Como mujeres consagradas, queremos ser un testimonio de esperanza en medio de esta crisis. No tenemos la tarea de quienes tienen la responsabilidad política de buscar soluciones justas y así lograr la paz. Nuestro papel es más bien permanecer al margen del discurso político, plantar semillas de confianza en la misericordia de Dios y, con su gracia, esforzarnos por ser instrumentos de paz y reconciliación.
Agradecemos a todos los que han orado por nosotros y que se han mantenido en contacto para apoyarnos durante el último año y medio. Confiamos en sus oraciones y esperamos ver a nuestros peregrinos regresar pronto.